La evaluación y los centros escolares. Calificaciones y prácticas escolares en
secundaria
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Etelvina
Sandoval*
A
continuación presentaré parte de una investigación que hice recientemente en
escuelas secundarias diurnas del D. F. Es un trabajo etnográfico, con todo lo
que esto implica tanto en presencia prolongada en el lugar de estudio como de
un constante análisis entre dato empírico, cuyo resultado final es una
descripción analítica.
Este
trabajo aborda un aspecto importante de la evaluación; las calificaciones y las
prácticas escolares y aprendizajes sociales que conllevan. Considero a la
evaluación como una práctica social más compleja, que debe arrojar pistas para
comprender
el proceso de aprendizaje que se da en las escuelas y detectar sus dificultades;
y en este marco,
las calificaciones, sólo no hablan
de un rasgo de este proceso: el de su medición.
La
evaluación entendida como acreditación numérica tiene un peso importante en la
vida escolar, en el desarrollo de las relaciones que ahí se gestan, muchas
veces es el único parámetro a través del cual se evalúan los aprendizajes
escolares. Por ello, un componente de gran peso en la cultura de la escuela, de
toda la escuela, son las calificaciones.
Desde
pequeños los niños pronto aprenden la importancia y los significados que las
calificaciones tienen, pues además de expresar una valoración de su trabajo,
también les asignan un lugar en el interior del grupo escolar.
Aprobar
y reprobar no son sólo palabras,
definen muchas cosas en el camino de la
escolaridad, de la actitud que el alumno se va formando frente a la escuela y
la que los maestros, compañeros y padres tiene frente a su desempeño. Las
calificaciones influyen entonces tanto en actitudes como en relaciones en la
escuela
y aun
fuera de ella, en el ámbito familiar.
Desde
la Secretaría
de Educación Pública (SEP), las calificaciones con concebidas con una medición
individual de los conocimientos, habilidades, destrezas y en general de los
propósitos contenidos en los planes y programas de estudios1,
por lo que se recomienda que estas sean producto de una evaluación permanente.
Pero también para las autoridades las calificaciones expresan el grado de
aprovechamiento escolar que permite hablar de los avances educativos en cada
nivel. En el ámbito de cada escuela. La calificación expresa significados, una
preocupación constante con otras situaciones. Pero estos significados, una
preocupación constante tanto la institución en general como de cada escuela es
abatir la reprobación.
Si en
algún nivel de la educación básica las calificaciones cobran una presencia
central es en Secundaria, se les encuentra como el trasfondo de muchas
actividades que rebasan a la clase: permite de entrada ubicar a los alumnos en
la escuela de su preferencia o no y distribuirlos en grupos; son el referente
central en la comunicación con los padres de familia; un factor de competencia
a nivel grupal por el mejor promedio, o en forma individual por aparecer en el
cuadro de honor de la escuela; un eje importante en la relación que se
establece entre maestro y alumno; el recurso para que la masa indiferenciada y
tumultuario de estudiantes cobre rostros particulares; un factor de prestigio o
desprestigio del plantel, un recurso de poder docente sobre los estudiantes y;
un aprendizaje central para los alumno de cuya apropiación depende muchas veces
su permanencia en la escuela.
El
peso de las calificaciones en Secundaria, manifiesto en las múltiples
actividades y en el tipo de relaciones escolares que propicia, expresa los
rasgos de una historia general que permanece y se concreta en prácticas que si
bien cobran particularidades al cruzarse con la historia local y la de los
diversos sujetos, se mantiene en sus principios básicos como un sedimento
cultural fuertemente arraigado en este nivel educativo.
Algunas
de estas concepciones permanecen y así, en Secundaria encontramos una gran
diversidad y usos de los exámenes: se inicia con el de ingreso que antes a para
aceptar o rechazar a los alumnos y actualmente funciona como el parámetro para
ubicar al alumno en la escuela de su preferencia o enviarlo a otra. aunque
desde los maestros, padres y alumnos sigue considerándose aceptación o rechazo
y en ese sentido como calificación del tipo de alumnos que ingresan a la escuela2.
Los
exámenes continúan a lo largo de todo el año escolar bajo diferente,
modalidades, bimestrales (o mensuales), finales y extraordinarios, a través de
ellos se pretende medir el grado de conocimiento alcanzado en torno al programa
en cada materia. Visto en detalle es un
proceso maratónico, pues si consideramos únicamente las asignaturas académicas
(ocho en primero y tercero y nueve en segundo grado) cada una con cinco
exámenes bimestrales en el año, resulta que los alumnos presentan de cuarenta a
cuarenta y cinco exámenes a lo
largo de cada ciclo escolar,
a los que hay que agregar los finales en caso
de que el maestro decida hacerlos3 y los
extraordinarios que sirven para recuperar alguna(s) materia(s)
reprobada(s). Para los maestros esta
dinámica implica elaborar al menos cinco exámenes al año en caso de que
trabajen con un solo grados o más si atienden distintos grados y calificar
bimestralmente un promedio de 350 exámenes, que al año suman 1750, agregando a
ello por supuesto, la elaboración y calificación de los extraordinarios y los
finales que decidan aplicar.
Los
resultados de ésos no sólo califican al alumno particular, o a cada grupo,
también son un parámetro para calificar al maestro (en tanto el número de
reprobados es considerado por el jefe de clase y la dirección) y al mismo
tiempo a la escuela que compite con el resto de la zona escolar por obtener el
mejor promedio y ser por ende la mejor.
¿Cómo enfrentan
maestros y alumnos esta situación?
¿Qué práctica
genera? ¿Qué significado cobra la calificación y qué aprendizaje deja a unos y
a otros?
a) ENTRE EL SISTEMA ADMINISTRATIVO Y UN SISTEMA
PROPIO
Los maestros de secundaria están permanentemente
presionados por el tiempo y las múltiples actividades que tienen que realizar
durante su jornada de trabajo y en cada clase; entre ellas están las
calificaciones que desde los maestros tienen por lo menos dos vertientes en
permanente conflicto: la administrativa y la de uso práctico para apoyar su
trabajo. Es notorio que cada maestro construye
un sistema para evaluar y calificar el trabajo de sus alumnos, basado en sus
concepciones particulares y adaptado a su estilo docente que integra a la
organización de su labor; por ello las exigencias administrativas, que no
siempre coinciden con sus criterios las consideran una carga más y en ocasiones
un obstáculo para su trabajo:
Todo
lo relacionado a la documentación se convierte en una carga administrativa;
elaborar exámenes que luego te rechazan y debes volver a hacerlos,
calificarlos, entregar calificación por grupo, sacar promedios ... quita tiempo
... si no tuviera que entregar la
documentación como la exigen tendría más tiempo para trabajar como me gusta,
que los alumnos investiguen y expongan. (Entr. Mtra.
Hist. Esc. A).
En
este caso, la maestra habla desde su convicción de que lo importante para el
aprendizaje es la participación de los alumnos investigando, hablando y leyendo
sobre los temas de su materia; calificar con base en ello se te facilita porque
tiene pocas horas y pocos grupos, pero aún así, considera a los exámenes y las
actividades vinculadas con ellos como un requisito administrativo que
interfiere en su organización particular de enseñanza y que sin embargo debe
cumplir.
El
sistema para calificar construido por cada maestro puede incluso llegar a ser
más complicado que el exigido institucionalmente, como el de una maestra de
Español que califica de manera permanente lectura, ortografía, redacción,
letra, participación en clases, tareas, cuaderno y libro, conducta, además del
examen mensual y de estar pendiente de las asistencias porque los alumnos no entran a clases. Así, esta maestra desarrolla estrategias
para calificar, que integra al desarrollo de su clase y aunque afirma que es
agotador estar al pendiente de tantos aspectos, también señala que uno
tiene que darse sus mañas para
hacerlo.
Los
usos que los maestros hacen de las calificaciones y los contenidos que les
asignan a éstas en su relación con los alumnos, son integrados a su sistema
particular y aunque en ocasiones implica un trabajo extra, lo reivindican por
ser el propio, el de ellos, el que contiene su experiencia acumulada, el que
desde su punto de vista sirve para organizar su trabajo eficazmente y para
incentivar a sus alumnos, mientras que el administrativo carece de estos
contenidos:
Lo
pesado es cuando al director se le ocurre que uno dé otra información (se
refiere a que en esta escuela el director les pide llenar unos formatos para
consignar las causas de la reprobación de los alumnos)... eso es más trabajo y
lo entrega uno por compromiso... lo que uno considera es lo que fue haciendo el
alumno cada clase, las otras cosas las hacemos porque nos las piden y sólo nos
quitan tiempo... para nosotros el tiempo es importante. (Entr. Mtra.
Esp. Esc. C).
Otro
conflicto que se genera entre la concepción administrativa y docente para
calificar son los constantes cambios
en el procedimiento a los cuales los maestros también les confieren
significados meramente formales
y/o políticos.
Las modificaciones a la formas de calificar,
por lo menos desde la última reforma han sido recurrentes. En el año escolar
92-93 se dispuso que ésta debía ser mensual, en escala del cero al diez y con
decimales, sustituyendo así el procedimiento anterior de calificación
trimestral con escala de cinco a diez y en números enteros; disposición que
duró un año escolar, pues para 93-94 hubo un nuevo cambio consistente en
calificar ahora por bimestres, regresando a la escala del cinco a diez y
eliminando los decimales por el promedio simple. La modernización educativa entonces, no sólo
se concretaba en nuevo plan y programas, sino en la forma en que se debía
calificar a los alumnos.
El
primer cambio tuvo entre sus bemoles el tiempo, pues calificar mensualmente
implicaba para el maestro dedicar buena parte de éste a calificar en perjuicio
del trabajo de enseñanza. Elaborar
exámenes, calificarlos, sacar promedios, pasar la calificación e informar a los
padres, todo ello cada mes constituía una carga de trabajo pesada, sobre todo a
la luz del alto número de alumnos que casi todos atienden. En las secundarias del estudio, no bien
acababan de firmar boletas los padres de familia. cuando las docentes debían
estar entregando los promedios del mes siguiente. Las apreciaciones sobre la escala de cero a
diez (donde los decimales se usaron muy poco) fluctuaban; algunos maestros la
consideraban positiva, pues decían que Así
se esfuerzan más los alumnos... antes, aunque no hicieran nada sabían que
tenía un cinco mínimo, prácticamente se le regalaban cinco puntos. Pero la mayoría se mostraba en contra de
esta escala con argumentos que incluían desde la saturación de trabajo y el
aumento de reprobados, hasta sus repercusiones en los alumnos les resto oportunidades ... un alumno que saco cero se asusta, se deprime y es muy difícil que se recupere.
Es
probable que el segundo cambio haya intentado enmendar los dos errores más
notarios del anterior: el agobio docente por el corto lapso que tenían para
entregar documentación y el aumento de reprobación derivado de una escala de
calificación demasiado rigorista.
El periodo bimestral fue mejor
recibido por los maestros,
aunque
no sucedió lo mismo con la nueva forma de promediar, que desde su punto de
vista, es una simulación para ocultar los verdaderos resultados de los alumnos
y permitir a la SEP
hablar de una menor reprobación y como consecuencia de un mejor rendimiento
que, desde su punto de vista, es aparente:
Más
allá de estas inconformidades expresadas por los maestros, es posible afirmar
que continúan privilegiando su propio sistema de calificación en el salón de
clase, al mismo tiempo que se adaptan a las circunstancias administrativas
cambiantes: Yo sigo llevando la evaluación que acostumbro, pero ahora le doy la
presentación que ellos quieren, suelen decir los docentes para quienes lo
administrativo es presentación, forma, mientras que su sistema equivale a
contenido.
b) LAS
CALIFICACIONES Y SUS SIGNIFICADOS
Los significados docentes
Si bien el
contenido del sistema para calificar es heterogéneo, pues depende de cada
maestro, así como de su experiencia docente, prioridades y concepciones sobre
su trabajo, podemos encontrar algunas recurrencias en él, que contienen
significados específicos.
Señalaré algunos
que han surgido del análisis de observaciones y entrevistas, en el enterado de
que no equivalen a una clasificación de los docentes, pues muchos de estos
significados aparecen en las prácticas de un mismo maestro de manera imbricada.
Para
los maestros la calificación no es sólo un número; es posible afirmar que hacen
de manera implícita y por supuesto, no anclado en ninguna teoría, un cruce
entro evaluación y calificación. Integran, en la medida de sus posibilidades,
el proceso de avance en el aprendizaje de cada alumno (recordaremos la afirmación
de que lo importante es lo que hacen en clase), las condiciones de su entorno
familiar, sus particularidades de carácter, las potencialidades que le
vislumbran y el esfuerzo escolar que bajo estas condiciones hace, para poner
una medición numérica, es decir, privilegian el conocimiento de quién es el
alumno para asignarle una calificación. La medida de sus posibilidades para
hacer esto, tiene que ver por supuesto con la gran cantidad de alumnos que
atienden, con la disposición afectiva para acercarse a ellos y conocer sus
problemas, y con sus concepciones respecto a los mecanismos para fortalecer el
rendimiento de sus alumnos.
Algunos
maestros intentan individualizar a la masa aparentemente homogénea con la que
trabajan, para ello utilizan las características de su materia, los espacios
informales para practicar con los alumnos y conocer sus problemas, o
simplemente las pistas que de cada uno de ellos van obteniendo en la clase:
Yo
siempre intenté conocer a mis alumnos y entre una de las cosas que más me
preocupaba era conocer su problemática... Fui inventando cosas para conocerlos
y mi materia se prestaba... Yo les decía que escribieran “Un día en mi vida” o
“Lo que más quiero” o “Lo que me disgusta”... y así, una serie de textos que me
permitieran conocerlos... porque yo sentía que en la secundaria estaban muy
solos y es un conflicto, porque cuando estás en la primaria tu maestro te
conoce, te dice: Juan, Pedro, pero cuando llegas a la secundaria eres un
número, el uno, el catorce o el dieciséis... y yo decía: “no eres nadie”. Y me
propuse llevarme bien con mis alumnos y para eso necesitaba conocerlos y saber
cuáles eran sus problemas. (Entr. Mtra. Esp. Esc. B)
Llevarse bien con los alumnos implica
conocerlos y conocerlos implica acercarse a ellos, en clase o fuera de ella,
además de tener la sensibilidad de considerar su problemática particular para
evaluar de manera diferencial su proceso de avance y plasmarlo en un
número. Suena complicado, pero contra lo
que pudiera suponerse por las difíciles condiciones de trabajo de los maestros
de Secundaria, muchos lo hacen.
No
obstante, conocerlos y entenderlos no equivale a modificar radicalmente la
cultura escolar en torno a la calificación.
El número sigue siendo un referente importante en la relación que se
establece entre docente y alumno, Así, esta maestra que se enorgullece de
conocer a sus alumnos y motivarlos para aprender, relata que cuando leen
algunas obras literarias fuera de las que se les pide, se acercan a ella para
pedirle que les califique este esfuerzo extra y lo tome en cuenta porque si
obligándolo aquí en la escuela se lo tomo en cuenta, con mayor razón si las
hacen por cuenta propia.
Otros
maestros privilegian el rigor y la exigencia en su relación con los alumnos y
las calificaciones son uno de los pilares que sustentan la posibilidad de hacer
cumplir las reglas diseñadas bajo estos criterios, reglas que por otro lado
buscan obtener un mejor rendimiento de los alumnos. Se califica además de
examen cuadernos y tareas; estas últimas para ser consideradas deben estar
firmadas por los padres del alumno, como una medida para evitar que las hagan o
las copien antes de entregarlas, limpieza de los trabajos, cuestionarios
elaborados, y además se califica y cuenta para el promedio la asistencia y la
conducta observada en clase.
Otro
significado de la calificaciones para los maestros es el de facilitar su
trabajo a través del control del comportamiento y las actividades de los
alumnos por medio de ellas. Para ello
integran de manera natural a la clase tanto el desarrollo del tema a tratar
como la calificación constante de la participación de los alumnos, pues para
que cumplan es importante que vean que se les está calificando. Las
calificaciones como medio para mantener la disciplina y el control del grupo es
una de las estrategias más comunes de los docentes cuyo sentido es resolver su
trabajo de la menera más satisfactoria posible. No obstante, expresan también
la preocupación que los maestros tienen hacia sus alumnos, en lo que conciben
debe ser el seguimiento de su aprendizaje. Es a través de las calificaciones
como presionan a los alumnos para el cumplimiento de tareas o el trabajo en
clase, aspectos que en la tradición escolar son centrales para la formación del
estudiante.
También
significan desde los docentes una forma para incentivar a los alumnos en el
trabajo escolar, sobre todo a la luz de una idea muy extendida de que éstos no
tienen interés, comentario que con mucha frecuencia hacen los maestros,
comparando con un pasado no sé qué tan remoto: antes sí trabajaban más los
alumnos... ahora se conforman con
sacarse un seis. Frente a este
desinterés creciente que los maestros afirman existe, tratan de manera
constante por diversos medios de incentivarlos, uno de ellos son las
calificaciones, interesados por ganar algún punto, dejar trabajos extra para
mejorar el promedio y darles consejos sobre cómo manejar sus calificaciones: Es mejor tener un dos, tres o cuatro que cero, pero recuerden que
les va a promediar... es más, hasta un uno.. Vayan cuidando sus promedios
porque al final van a ver que no les
va o alcanzar la calificación final. En el afán de mantener el interés, la
disciplina y el cumplimiento de los alumnos, la negociación con los puntos es
una interacción común, puede verse en ejecución a través de frases como: Al que no se calle le bajo dos puntos, El
que no trajo el bote de basura tiene
tres puntos menos. En estos casos,
no existe aparentemente una relación directa entre aprendizaje y puntos
negociados ya que los mismos maestros suelen afirmar que los alumnos aprenden
poco. Al mismo tiempo, las
calificaciones son un mecanismo de poder de los maestros, la expresión de su
autoridad institucional, y para algunos docentes, el único recurso para lograr
que sus alumnos los atiendan en clase.
Son
entonces disímbolos los significados que desde los docentes tienen tas
calificaciones, encontramos amalgamados la preocupación por el proceso de
aprendizaje de sus alumnos la su situación particular, la posibilidad de ser un
apoyo y un facilitador para su tarea docente; el mecanismo que sustenta su
autoridad, el medio para controlar la disciplina del grupo de adolescentes y un
recurso para incentivarlos, aunque este último parece fortalecer en los alumnos
la idea de que lo importante de las calificaciones es pasar.
Las calificaciones y sus significados para los alumnos
Al
llegar a la secundaria, los alumnos ya se han apropiado de muchas reglas en su
paso por el sistema escolar. Aquí
adquirirán otras más, algunas específicas del nivel, junto a otras que toman
parte de la organización particular de la escuela que les tocó. Son reglas diferenciadas dependiendo de la
historia de cada plantel en donde el criterio sobre las prioridades de la
escuela que hayan tenido los sucesivos directores es determinante para
construir su fama y por ende, las
normas más importantes: además de que los maestros han aprendido que éstos
tienen también sus propias reglas. Pero
independientemente de la situación de cada escuela o cada maestro, las
calificaciones juegan un papel central en su vida estudiantil.
Los
alumnos aprenden pronto que uno de lo aspectos más importantes para su
sobrevivencia en la escuela es saber manejar lo referente a las
calificaciones. Situación complicada,
pues su experiencia anterior la constituía el trato con un solo maestro que
conocía a cada uno de sus alumnos y valoraba su situación particular para
extender una calificación. Aquí en cambio hay once o doce maestros diferentes
por grado escolar, cada uno con exigencias particulares y criterios distintos
sobre el qué y el cómo calificar.
Algunos de estos maestros llegan a tener un conocimiento de todos o casi
todos sus alumnos que les sirve para valorar su desempeño; pero otros no
alcanzan a hacerlo y los alumnos se convierten en un nombre en la lista al que
se te va agregando una puntuación, cuya suma arroja aprobación o reprobación y
puede decidir su destino escolar.
Paulatinamente
aprenden a conocer a cada uno de sus maestros y sus exigencias, a comportarse
de manera diferencial según perciban que es exigente o permisivo. Saben por
ejemplo, que los maestros exigentes ponen un énfasis especial en la limpieza de
los trabajos, es decir en la forma en que se presentan, por ello, en las clases
observadas con este tipo de maestros, además de plumas de dos colores, los
alumnos tenían como parte de los útiles indispensables un corrector para borrar
de inmediato los errores, y por supuesto una caja de lápices de colores para
iluminar los esquemas que el maestro ponía en el pizarrón. Daba la impresión de
que los alumnos centraban su atención en la presentación impecable de sus
notas, pues el cumplimiento de las formas instituidas era indispensable para
obtener una buena calificación en la revisión de sus cuadernos, que además
debían tener márgenes y estar paginados para evitar que arrancaran alguna hoja.
Por el contrario, en las clases donde los maestros eran más permisivos, la
limpieza, la disciplina, tomar notas o participar en clase no importaban tanto,
pues finalmente sabían que eso no influía en su calificación. Van conociendo lo
que cada maestro valora más para asignar una calificación, puede ser sólo el
examen, o el trabajo y participación en clase, o una combinación de éstos y
otros factores. También van aprendiendo el valor de los cuestionarios, práctica
muy recurrente en secundaria y que consiste en resolver los que se encuentran
en el libro al final de cada unidad. De estos cuestionarios sacan los maestros
las preguntas de los exámenes parciales y por ello ponen especial énfasis en su
resolución ya sea ocupando el tiempo de la clase o dejándolos como tarea para
la casa. Aprenderse las respuestas permite a los alumnos aprobar el examen,
aunque de acuerdo a los docentes, no los hacen o los hacen mal.
Pareciera
ser que el significado más importante que los alumnos otorgan a la calificación
es aprobar; ellos aprenden también a manejar los puntos, ya sea para
aumentarlos o para prever cuántos necesitan para obtener una calificación
aprobatoria final. Lo han oído de los mismos maestros, sobre todo de sus
asesores cuiden su promedio y ellos lo hacen de manera puntual sacando cuentas
y calculando cuánto necesitan obtener para aprobar cada materia. Esto último puede llegar a extremos, como el
que señalaba una maestra a propósito de las facilidades que, desde su punto de
vista, tenían ahora los alumnos con la nueva forma de evaluar:
El
cinco como calificación mínima, hace que muchos alumnos pasen aunque no sepan
nada... porque los alumnos hacen bien sus cuentas y entonces con un 10 que se
saquen en el primer bimestre ya no tienen que hacer nada el resto del año,
porque súmale, 10 en un bimestre y 5 en los otros cuatro, dan 30... entre cinco
da seis... ¡tenemos que ponerle seis de calificación!... inclusive con un ocho
y un siete que les pongas alcanzan el promedio... Después ya no quieren hacer
nada todo el año, se la pasan echando cotorreo y pasan con seis, pero no saben
nada de nada. (Entr. Mtra. Hist. Esc. C)
Si
bien son casos extremos no son tampoco aislados, porque aprobar aunque sea con
la mínima calificación representa para muchos alumnos la posibilidad de
permanecer en la escuela, pues aunque la reglamentación contempla los exámenes
extraordinarios como una opción para recuperarse y además señala que en caso de
reprobar más de cinco materias en examen extraordinario deberá repetir el grado
en la misma escuela, en los hechos hay una tendencia a expulsar a quienes
llevan un alto número de materias reprobadas, seguramente con la intención de
disminuir el porcentaje de reprobación del plantel.
En
una de las escuelas del estudio una actividad importante de las orientadoras
era hablar con los padres de los alumnos con varias materias reprobadas para
intentar convencerlos de que se llevaran a su hijo de la escuela porque no puede con los estudios de secundaria,
o que lo cambiaran de plantel porque
aquí ya tiene un mal ambiente que no le va a permitir salir adelante. En ocasiones
lo lograban, sobre todo porque en familias de escasos recursos (que es el caso
de esta escuela), brindar estudios de secundaria a los hijos, aunque sea en
escuela pública, resulta oneroso por los gastos de uniforma, cuotas, libros y
materiales; sí este esfuerzo no se compensa con una buena calificación o por lo
menos con una calificación mínima de pase, deciden ponerlos a trabajar.
Trabajar
en lo que trabajan sus padres es el futuro más probable de los alumnos que
deben salir de la escuela por sus bajas calificaciones, mientras que permanecer
en ella representa una posibilidad de ascenso social respecto de éstos.
Terminar la secundaria y tal vez seguir estudiando significa por ellos ser
alguien en la vida. De ahí el interés en obtener el número que les permita
continuar en el camino de la escolarización.
Vistas
las calificaciones como el requisito para alcanzar un mejor futuro, los alumnos
hacen uso de múltiples recursos para obtener el pase: la copia o préstamo de
tareas, conseguir prestado por un rato el libro que necesitan tener durante la
clase y que por falta de recursos muchas veces no pueden comprar porque cuenta
con la calificación que el maestro lo vea. Estrategias que se multiplican ante
las distintas exigencias que cada uno de los doce maestros tiene para su clase.
Por
supuesto que no todos los casos son tan drásticos, en ocasiones la calificación
implica también obtener la satisfacción o el desagrado familiar, ganarse un
lugar al interior del grupo escolar, o distinguirse por aparecer en el cuadro
de honor pero en cualquier caso, en los significados que los alumnos van
configurando en torno a las calificaciones, la aprobación social puede llegar a
tener más peso que los conocimientos en las distintas materias cursadas; así,
la cultura escolar de la secundaria que pone especial énfasis en la
calificación a través de prácticas como la negociación de puntos, enseñar de
manera implícita a cuidar los promedios, hacer exámenes Que pueden pasarse aprendiéndose de memoria las respuestas
de cuestionarios, o la expulsión de la escuela, parece enseñarles que aprobar
-por cualquier medio- es más importante que aprender y aunque esto puede
matizarse por la intervención y preocupación d algunos maestros en la
transmisión del conocimiento, la calificación tiene también este sentido
informativo.
c) Las calificaciones como vínculo de relación con los
padres, las juntas para la firma de boletas
En la escuela, existe un
principio básico que norma la relación con los padres de los alumnos, éste es
apoyo. La premisa de base es que los padres de familia tienen la obligación de
apoyar a la escuela y como consecuencia la educación de sus hijos; así, su
participación pintando salones, reparando bancas o con aportaciones económicas,
equivale a apoyar a la escuela para que pueda brindar a sus hijos mejores
condiciones materiales para su aprendizaje. El apoyo también debe extenderse al
aprovechamiento escolar de sus vástagos que tienen dos vertientes,
calificaciones y conducta; estar al pendiente de ellas constituye también,
desde el punto de vista de la escuela, una obligación.
Estas reuniones implican para
los alumnos una presión de dos figuras de autoridad importantes para ellos y
por lo tanto algunos, generalmente los que tienen más problemas de
calificación, evitan que sus padres se presenten. Como los citatorios se envían
a través de los alumnos, éstos pueden no entregarlos, aunque corren el riesgo de
ser detectados y reportados por ello, además de que no pueden hacer esto
permanentemente. También y de manera tangencial puede percibirse el lugar
destacado que algunos estudiantes ocupan en el grupo, pues lo asesores les
piden a ciertos alumnos que les ayuden a repartir boletas, o les indican a los
padres que hay un alumno (generalmente una niña) que lleva el registro de las
faltas en cada clase, para que consulten con ella. Asimismo llegan a nombrarse
públicamente a los que ocupan un lugar en el cuadro de honor, o por el
contrario se hacen menciones especiales, también públicas, de los alumnos más
problemáticos. Las juntas son así un lugar donde deben aceptarse ser regañados
y que su situación escolar particular se ventile abiertamente; tal vez por ello
muchos alumnos tratan de evitar la asistencia de sus padres.
d) La calificación como mecanismo para catalogar
Otro acercamiento al
significado de las calificaciones, refiere las representaciones sociales que
éstas contribuyen a formar de la escuela, del grupo y del alumno particular.
Estas representaciones fundadas en las calificaciones, van definiendo
prestigios y valoraciones diferentes, que son asumidos tanto en el ámbito
exterior como por los distintos sujetos participantes de la vida escolar.
A nivel de la escuela, las
calificaciones globales la ubican por comparación, en un lugar determinado
entre las secundarias de la zona y del Distrito Federal, sitio que influye en
la percepción de los padres de familia y del los alumnos, mientras que para las
autoridades escolares más cercanas (supervisión), el lugar ocupado por cada
escuela marca la necesidad de una atención diferenciada.
Las calificaciones, además de a
cada escuela, califican al grupo, a cada grupo de los que componen el plantel,
considerándose bueno o malo por su promedio y la cantidad de alumnos reprobados
en cada materia. Tales criterios se extienden también a los alumnos.
Desde la SEP se pone especial énfasis
en los índices de reprobación; éstos indican que el Distrito Federal tiene el
más alto (32.7%) a nivel nacional4 y que en
esta misma entidad el mayor porcentaje de reprobación lo tiene Matemáticas y el
más bájo Educación Física; señala asimismo, que el índice de reprobaciones es
diferencial por grados, siendo el más alto el segundo y el más bajo el tercer
grado.
Desde la escuela, empiezan a
verse las variaciones o los motivos de tales cifras. En primer lugar, que hay criterios
distintos para considerar a un alumno como reprobado, pues si reprobado quiere
decir repetir el grado y esto se hace cuando se reprueban cinco materias, en
secundaria reprueban pocos, pues existen caminos para no reprobar formalmente y
evitar ingresar a las estadísticas negativas: los exámenes finales y los
extraordinarios. Pero desde los
criterios de la escuela, cuando el alumno no aprueba una materia en el ciclo
escolar se te considera reprobado y tener tres en esa condición lo convierte en
un caso problemático. El mayor índice de
reprobación en determinadas materias, si bien parece corroborarse en casi todas
las escuelas también presenta variaciones que tienen que ver tanto con los
criterios de cadena docente y sus parámetros para asignar calificación, como
con las particularidades de la población escolar. Por ejemplo, en la escuela C, el índice de
reprobación estaba vinculado a los maestros particulares y sus circunstancias
específicas; así, Geografía en los segundos años aparecía como la materia con
más alta reprobación y en ello contaba que durante algún tiempo no hubo maestro
para atenderla, aunada a las concepciones y exigencias particulares del que
llegó a impartirla. Matemáticas de
segundo grado en cambio, si bien tenía algunos reprobados, palidecía frente a
Geografía, Física e inglés y su índice de reprobación podía equipararse con el
de Educación Artística, las posibles causas: el maestro que cubría Matemáticas
anteriormente, experimentado y exigente, había ascendido a subdirector y por
consiguiente cambiado de plantel. En su lugar llegó un egresado reciente de la Normal Superior
que estaba aprendiendo a ser maestro en secundaria y que reprobaba poco porque,
según decían los alumnos podían copiar en el examen; el de Educación Artística
en cambio, con antigüedad y prestigio en la escuela era muy exigente en las
calificaciones; en estas condiciones llegaron a equiparse los resultados de
Matemáticas y Educación Artística. En esta escuela la materia de Inglés también
arroja un alto índice de reprobación, tal vez vinculado a que los alumnos
provienen de escuela pública, donde no han tenido contacto con los contenidos
de un idioma extranjero, y de un medio económico bajo que no permite a los
padres brindarles facilidades para el aprendizaje extra de un idioma
extranjero; Educación Tecnológica en cambio, tiene el menor porcentaje de
reprobación en ello hay que considerar que mayoritariamente los alumnos tienen
padres cuya ocupación implica trabajar manualmente, por lo que puede pensarse
que han formado a sus hijos en esa destreza.
En
cuanto a la reprobación por grados, en la escuela se confirma una tendencia a
la alta en segundo y una disminución en tercero que se relaciona al interés de
los alumnos por obtener el certificado de terminación de estudios y a las
consideraciones que los maestros les tienen para lograrlo.
Cada
fin de periodo se desarrolla una junta de maestros para evaluar el
aprovechamiento obtenido en él, cuyo objetivo es tomar de manera conjunta
medidas para mejorarlo. Son reuniones de todo el personal docente donde las
orientadoras plantean los problemas detectados, aunque por las condiciones horarias
de los maestros, en ésta como en todas las secundarias, nunca es posible reunir
al plenario.
La
observación de una reunión de este tipo da elementos para analizar los
contenidos de las medidas que desde la organización de la escuela se
privilegian para mejorar su promedio. Primero se catalogan los grupos al
interior de cada grupo; cuál es el más reprobado y cuál el menor; después la
materia que en cada grupo tiene el mayor número de reprobados y finalmente se
señalan los casos problema particulares en cada grupo. Revisando los promedios
de la escuela, se encuentra que en cada grado hay grupos que de manera
constante presentan una mayor reprobación en casi todas las materias yo a lo
largo del año; asimismo, hay materias donde el porcentaje de reprobación se mantiene alto de manera
constante. En las juntas de evaluación se informa de ello, pero no se habla de
sus probables causas (como por ejemplo que en algunas materias no hubo docente
durante un tiempo) y tampoco de la responsabilidad que a la escuela y a los
Maestros compete en esta situación.
Es
decir, se repite la idea de que la reprobación es un problema que compete al
alumno y sobre todo a la familia, en donde a la escuela le corresponde el papel
de presionar a ambos. Las presiones desde orientación consisten en hablar
individualmente con los padres de los alumnos con alta reprobación, pedir su
apoyo y su asistencia constante a la escuela para estar al pendiente de la
situación de su hijo.
Pero
también están los casos problema que en las juntas de evaluación ocupan el
mayor tiempo. Se consideran tales alumnos que tiene más de tres materias
reprobadas, donde además se hace un cruce con su conducta: Juárez tiene seis
reprobadas, quince reportes y una suspensión... Martínez cinco reprobadas y
catorce reportes... De la misma manera que en la información general y por
grupo, no se abordan las causas ni se buscan posibles soluciones colectivas; se
observa en cambio que los maestros, más conocedores del los alumnos,
complementan la información de los casos considerados problema, abundan en el
incumplimiento de ellos en su clase particular e incluso señalan algunos
motivos Trabaja en la noche en la
Central de Abastos, No viene desde hace un mes.
La
combinación conducta-reprobación ubica al alumno como un caso problemático que
se atiende de la siguiente manera:
Hablo
con los padres de los casos problemáticos, de los niños que no quieren o no
pueden con la escuela y que tienen muchas materias reprobadas... trato de
convencer al papá que dé de baja a su hijo y que el año siguiente lo inscriba
en otra escuela en el mismo grado en que estaba... en otra escuela porque en
ésta ya tienen un mal ambiente, sobre todo porque generalmente son casos que se
vinculan además con problemas de conducta. (Entr, Or. Esc. C).
Las
calificaciones y la conducta entonces, van catalogando también a los alumnos y
definiendo a su futuro escolar considerando de manera particular los extremos:
los mejores al cuadro de honor, los problemas, que los son tanto por su
aprovechamiento como por su disciplina quedan, o se intenta que queden fuera
para no contaminar al grupo y evitar que se aumente el índice de reprobación de
la escuela. La mayoría, aquéllos que reprueban alguna(s) materia(s) van
adaptándose a las reglas escolares aprendiendo a manejar su promedio, haciendo
uso de estrategias para no reprobar o ser reprobados y evitando por estos
medios caer en el polo negativo.
Del
análisis de las relaciones y aprendizajes en torno a las calificaciones
escolares podemos destacar algunos aspectos; primero, que su significado
construido en la práctica de la escuela, rebasa el concepto institucional de
medir individualmente el aprendizaje de cada alumno, pues éstas miden al nivel
escolar, a la escuela particular, al maestro y finalmente al alumno. En
segundo, que esta expresión numérica, si bien puede medir algún grado del
aprendizaje de los contenidos programáticos, cobra también otros sentidos que
en ocasiones tienen más peso formativo: negociar puntos, cuidar promedios o
detectar (y cumplir en su caso) las reglas clave para no reprobar. Aprobar o
reprobar son palabras que podrían sintetizar el significado de las
calificaciones para los alumnos; que no se refiere sólo al contenido de las
materias, es decir a aprender o no, sino a la aprobación o reprobación social,
a la posibilidad de permanecer o ser expulsados, con todo lo que ello implica.
En
tercer lugar, que el manejo particular de las calificaciones y la importancia
que tienen en la secundaria, nos enfrenta en la actualidad con resabios de su historia
donde los exámenes constituyen el referente privilegiado. Con este sustrato
cultural, cada maestro retoma la importancia de la calificación agregándoles
sus propios criterios, que no necesariamente coinciden con los institucionales;
así en la relación con los alumnos la calificación puede representar la
preocupación por su aprendizaje, un medio de control del grupo, un apoyo para
facilitarse el trabajo o una forma de incentivar a los estudiantes.
*
Investigadora de la
Universidad Pedagógica Nacional-Unidad Ajusco. México.
1
Acuerdo número 200. Normas de evaluación del aprendizaje en educación primaria,
secundaria y normal.
2
En secundaria el examen de admisión de tiempo atrás, dejo de funcionar como
limitante del ingreso, ya que el número de escuelas cubre la demanda. Tiene
ahora en cambio el papel de seleccionar a los alumnos, pues sus resultados
determinan que éstos sean inscritos o no en la escuela de su preferencia. Como
algunas secundarias son muy demandadas mientras en otras sobren lugares, el
SAID (Sistema Automático de Inscripción y Distribución) se encarga de la
distribución de los alumnos considerando de manera preponderante la
calificación obtenida en el examen. Por ello desde la visión escolar se sigue
considerando “rechazo” el ser ubicado en una escuela distinta a la solicitada.
3
Los exámenes finales tuvieron durante la Reforma Educativa
de los setenta, la finalidad de ayudar a mejorar el promedio de los alumnos,
pues el resultado de éste equivalía al de los distintos exámenes parciales. Era
una especie de examen extraordinario aplicado antes de que terminara el año
escolar a los alumnos que iban reprobados, con la finalidad de ayudarlos a
recuperarse. Actualmente no existe formalmente el examen final, aunque muchos
maestros siguen aplicándolo con el mismo criterio de ayuda a los alumnos.
4
SEP. Informe de labores 1995-1996.
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